«El coronel no tiene quien le escriba» fue escrita por Gabriel García  Márquez durante su estancia en París, adonde había llegado como  corresponsal de prensa y con la secreta intención de estudiar cine, a  mediados de los años cincuenta. El cierre del periódico para el que  trabajaba lo sumió en la pobreza, mientras redactaba en tres versiones  distintas esta excepcional novela, que luego fue rechazada por varios  editores antes de su publicación. Tras el barroquismo faulkneriano de  «La hojarasca», esta segunda novela supone un paso hacia la ascesis,  hacia la economía expresiva, y el estilo del escritor se hace más puro y transparente. Se trata de una historia de injusticia y violencia: un viejo coronel  retirado va al puerto todos los viernes a esperar la llegada de la carta  oficial que responda a la justa reclamación de sus derechos por los  servicios prestados a la patria. Pero la patria permanece muda. «El coronel destapó el tarro de café y comprobó que no había más de una  cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el  piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la  olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata».