Por cada atrocidad, por cada ultraje, cualquier tipo de reprimenda o
censura ha sido contrarrestada con la repetición del acto, hasta el
punto en que el Estado de Israel ha prevalecido una vez más: nadie
tiene la capacidad de imponerle límites a sus acciones sobre el pueblo
palestino. Por supuesto, esta no es la primera vez que el Estado se
comporta de esta manera. “El colono es un exhibicionista. Su deseo de
seguridad lo lleva a recordar en alta voz al colonizado que: “Aquí el amo
soy yo”, escribe Frantz Fanon en Los condenados de la tierra. Cada
límite propuesto frente al poder destructivo del Estado colonial de
asentamiento es recibido como un cuestionamiento a su dominio
ilimitado, y, por ende, responde con una reincidencia desbocada. El
libre despliegue de esta dinámica sólo puede terminar con la
devastación de la tierra en Gaza y más allá.
Por exasperante e indignante que sea –o debiese ser –, aquello se
encuentra en perfecta consonancia con los desarrollos en otro frente
también abordado por el presente manuscrito: el clima. No hay
límites en la cantidad de combustibles fósiles que se pueda extraer.
Estados Unidos ahora extrae más petróleo y gas que cualquier otro
país en la historia, y las curvas en las proyecciones se siguen elevando.