Entre 1910 y 1948, el folclor comenzó a ocupar un lugar central en las políticas culturales del Estado chileno. Este libro reconstruye ese proceso, centrándose en los planes, programas y actividades impulsadas por diversas instituciones públicas para integrar las expresiones culturales populares dentro de un proyecto de identidad nacional. Sin embargo, los contenidos promovidos como folclóricos y las caracterizaciones sobre el origen del folclor chileno, sus raíces históricas y las ideas de autenticidad fueron siempre objeto de discusión. Más que una historia lineal, aquí se presenta una trama de consensos políticos, y tensiones estéticas. ¿Qué se entendía por folclor? ¿Qué expresiones se consideraban auténticas? ¿Quién decidía qué merecía ser preservado, difundido o ignorado? Aunque figuras como el huaso, el paisaje rural, las formas musicales de cueca y tonada, y otros estereotipos culturales, dominaron el imaginario oficial de las décadas del 30 y 40, no estuvieron exentas de críticas ni de debates con académicos, artistas y estudiosos que proponían una mirada más diversa y regional. Con un sólido trabajo documental, esta investigación examina cómo se definió y usó el folclor desde el Estado, revelando las conexiones con lo popular y lo identitario, y poniendo en evidencia los usos políticos, culturales y simbólicos que asumieron estas manifestaciones. Un recorrido imprescindible por los orígenes de la institucionalización del folclor en Chile, que sigue resonando en las políticas culturales del presente.